Cuando contemplo el mar, lo puedo mirar durante horas, días, semanas, meses. Me basta con posar mi mirada sobre una ola. Ni demasiado grande ni demasiado pequeña, de tamaño justo.
Ella me lleva a su playa y me vuelve a tierra cuando quiero. La puedo escoger, y decir a la ola que vaya a una playa de arena blanca, o negra, o sobre coral del color que quiera.
Puedo estar sobre la ola e incluso en el interior de ella, y dar entonces la vuelta al mundo, no haciendo mas que contemplar las nubes y el sol, la luna y las estrellas, con la ola y en la ola, mirando y sintiendo solamente.
Pero también puedo coger el rayo de un faro en el momento en que se refleja en el mar y hacerme llevar por él hacia tierra, atravesar el campo, respirar el aroma de los árboles y las cosas de la tierra, y volver a la playa para mirar el mar, mirarle y pensar con él, sintiendo todavía el olor a tierra.
Y todo esto es fácil, basta con mirar el mar, escoger una ola, del tamaño justo y tomarse el tiempo de ver en el mar.
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