Las buenas olas son un tesoro, como el marisco, y este sólo se encuentra allá dónde el mar es más bravío y feroz, donde dicen que para ser pescador hay que ser de los buenos.
En estas tierras el fruto más preciado del mar es el percebe. Sus raíces están en las rocas más batidas, un kilo de buen percebe no tiene precio.
Trepan por las rocas como una hiedra en el paraíso, rocas que, a veces, están coronadas de cruces en recuerdo de percebeiros despeñados o arrastrados en sus barcos contra el acantilado.
Maloserá que después de este día no acabemos con una tapita de percebes y un buen ribeiro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario